jueves, 18 de septiembre de 2014

Antonio López - Retrato de la familia real

Tenía 60 años cuando le encargaron pintar el cuadro. Siete años más tarde terminaron de pagárselo, aunque aún estaba muy lejos de acabarlo. Ahora tiene 78 y no lo ha finalizado, aunque asegura que está en ello. Antonio López es considerado el pintor español vivo más cotizado, razón por la que le encomendaron el retrato de la Familia Real, que pronto será conocido, si no lo es ya, como su obra interminable.

Después de 18 años, el manchego reconoce que si no le hubieran pagado y no viese la manera de concluir la pintura la tendría que dejar inacabada, aunque de momento ese día no ha llegado. El pasado mayo, Patrimonio Nacional, harto de la demora, le lanzó un ultimátum que concluyó con el traslado del artista al Palacio Real de Madrid con el compromiso formal de dar las últimas pinceladas. Pese a las presiones, López se ha negado a fijar una fecha de entrega definitiva del retrato.
En este discurrir de tres lustros largos muchas cosas han cambiado: el traje de Doña Sofía (antes color vainilla, ahora estampado), la distancia que separa a la infanta Elena de su padre, la moneda en la que debía abonarse el pago (45 millones de pesetas, que acabaron por convertirse en 300.000 euros)... El pintor se excusa bajo el pretexto de que se encuentra ante un cuadro que «cuesta mucho terminar» y cuya ejecución es tan compleja como «escribir 'Guerra y paz'».
De esta forma tan poética explica el motivo de su tardanza. «Conozco bien el comienzo del trabajo. Acabar no sé en qué consiste». Tampoco ha ocultado que los acontecimientos que han rodeado últimamente a la Familia Real alteran el 'enmarque' y la elaboración del lienzo. «Todo influye», se explica.
No obstante, al contrario de lo que pueda parecer, la esperada foto pictórica de familia Borbón no tiene el récord de López en lo que a longevidad en la elaboración se refiere. Veintiséis años le llevó al pintor dar por concluido el retrato de su amigo y compañero Francisco Carretero (1961-1987) que ahora puede contemplarse en el Museo de Arte Prefectual Nagasaki. Le siguen el encargo de la Casa Real, la obra 'Gran vía: clavel', que le costó 13 años, y trabajos como 'La cena' y 'El mar', que requirieron 9 años de trabajo.
Y, aunque sorprenda, Antonio López no es una excepción entre los artistas. Al gran Miguel Ángel le llevó cuatro años finalizar una de sus obras cumbre, la bóveda de la Capilla Sixtina, encargo del Papa Julio II, hace más de medio milenio. Aunque, claro, hay que tener en cuenta que se extiende por una superficie de casi 500 metros cuadrados, en la que se pueden apreciar 350 figuras, que no cinco. Por si fuera poco, el genio italiano tuvo que realizarla subido a un andamio y boca arriba, circunstancias que le condenaron a una tortícolis de por vida. Es comprensible que ante tanta complicación técnica y artística, Miguel Ángel hiciera frente a las continuas presiones del pontífice con un escueto «lo acabaré cuando lo acabe».
El magnífico Johannes Vermeer se ha llevado toda la fama, aunque se ignore si llegó a cardar la lana. Se le atribuyen entre 35 y 40 obras, lo que demuestra que no se trató precisamente del pintor más prolífico. Hasta aquí hay consenso. De lo que no existe constancia es de que fuese a causa del tiempo invertido en elaborar cada una de ellas. Quien sí sabemos que se tomó con filosofía su labor fue el francés James Tissot, quien, por ejemplo, tardó ocho años en pintar 'El viaje de los Reyes Magos' (1886-94).
Paul Cézanne también ostenta el honor de formar parte del club de los pintores lentos. Muchos de sus famosos bodegones como 'Bodegón con cebollas' o 'Foliage' (1895-1900) le mantuvieron ocupado durante cinco años. Aunque más sorprendente es el caso de una de sus representaciones del monte Saint Victoire, a la que dedicó diez años de trabajo (1885-1895). Pero parece que en este caso la demora está justificada, pues el maestro de Aix-en-Provence puso todo su empeño en reproducir la realidad tal como la percibía en un momento determinado. Objetivo para el que no le quedó más opción que acercarse al lugar cada día a la misma hora durante toda una década.
Un círculo en seis años
Más curioso es el ejemplo del máximo exponente del suprematismo, Kazimir Malevich, quien tardó en confeccionar su tan aclamado 'Cuadrado negro' (1923-1929) la friolera de seis años. La pintura en cuestión consiste en un cuadrado negro sobre un lienzo blanco de la misma forma. Durante el mismo periodo el pintor originario de Kiev tuvo tiempo para ingeniar 'Círculo negro' que como su propio nombre indica se compone de una figura geométrica redonda del ya mencionado color y 'Cruz negra', para la que a estas alturas toda descripción resulta redundante. En su defensa hay que recordar que su obra fue producto de un laborioso proceso intelectual que, como hemos podido contemplar, le llevó su tiempo.
Y de las estepas rusas al continente americano. El famoso muralista mexicano Diego Rivera tardó 22 años en completar el encargo que le hicieron allá por 1929: decorar los muros del Palacio Nacional de la capital. Superficie que abarca 400 metros cuadrados y que está compuesta por cinco murales. Al menos, toda la dedicación del esposo de Frida Kahlo obtuvo su recompensa, ya que este mastodóntico trabajo puede presumir de haber sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Final por azar
Otro de tantos que ha dedicado un lustro a pulir algunas de sus obras es Lucian Freud. Éste es el caso de cuadros como 'Chica rubia, retrato nocturno' (1980-1985) o 'Dos luchadores japoneses junto al lavabo' (1983-1987). Ante esto no podemos evitar que nos surja una duda: ¿Qué opinaría su abuelo Sigmund de tal parsimonia?
En cualquier caso, entre los pintores lentos hay que citar obligatoriamente a Ernst Ludwig Kirchner. El que fue uno de los fundadores del grupo expresionista 'Die Brucke' (El Puente) debió enfrentarse a varias dificultades y a 17 años para plasmar a sus 'Bañistas en un prado'. Tal vez pintarlas cerca del mar o, en su defecto, en un lago le hubiese resuelto muchos quebraderos de cabeza.
Y hubo quien llegó a un punto muerto del que no fue capaz de salir. Es el caso del dadaísta Marcel Duchamp con su obra 'Gran vidrio: La novia puesta al desnudo por su solteros'. El artista decidió abandonar el proyecto -que comenzó en 1915- por puro aburrimiento y permaneció inacabado hasta que un buen día, en 1926, durante un traslado se cayó y sufrió desperfectos gracias a los cuales el francés, fanático del azar, pudo dar por concluida su obra.
Por el momento, el maestro español Antonio López permanece imbatible. Ignoramos si este año será el definitivo y por fin entregará su cuadro en el palacio de la Zarzuela. Pero vista la celeridad con que los acontecimientos se suceden alrededor de la Familia Real, es de suponer que querrá darse prisa en acabar el encargo, no sea que la realidad le obligue a cambiar una vez más el encuadre.

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