lunes, 29 de septiembre de 2014

Islandia se ha convertido en la envidia de toda Europa tras encacelar a políticos y banqueros

Islandia es el país donde se rompió la ortodoxia, la nación que espantó al sistema establecido al negarse a responder por los errores de sus bancos.

Pero ahora es la envidia de los países europeos. Para ellos es el retorno a la recesión; para Islandia, un nuevo año de crecimiento y caída del paro.

En 2012 triplicaron su PIB,  y la tendencia sigue siendo ascendente al margen de la recesión en el resto de Europa. Véase esta noticia de hace un par de años.



A nadie se le escapa que es un país con sólo 320.000 habitantes, y la escala de complejidad de las cosas se aminora enormemente cuando todo un país es tan pequeño... Del mismo modo la cultura nórdica en cuanto a corresponsabilidad y defensa del estado del bienestar no tiene nada que ver con la mediterránea, por ejemplo.  Y es lo que deberíamos empezar a cambiar si queremos que nuestros hijos vivan en un estado mejor.

En 2008 se dijo que Islandia sería un paria para la comunidad inversora, que los fondos internacionales se retirarían, que su forma heterodoxa de afrontar el estallido de su sistema financiero provocaría un incendio a largo plazo que terminaría por arrasar su idea del estado de bienestar. En ese fatídico octubre de 2008 Lehman Brothers saltó por los aires y los bancos de Islandia quebraron en pleno. Era la constatación de que el mundo occidental entraba de lleno en la Gran Recesión y el pequeño país del extremo noroeste de Europa cayó en una profunda crisis.

Pocos pudieron ahorrarse los adjetivos al describir la situación: "Cuando visité Reikiavik en octubre de 2008 para ofrecer la asistencia del FMI, la situación del país era crítica. Los tres principales bancos de Islandia que representaban casi la totalidad del sistema financiero— acababan de desplomarse con una semana de diferencia. La sensación de temor y el estado de shock eran evidentes; pocos países, o ninguno, había experimentado jamás un colapso económico tan catastrófico como ese", recordaba Poul M. Thomsen, subdirector del departamento europeo del Fondo Monetario Internacional.

Todo el continente se estremeció. Ellos fueron los primeros; luego el azote se extendió. Pero las respuestas no fueron las mismas. Islandia optó por no cargar a los ciudadanos con los errores de sus bancos. Europa, mientras, se embarcó en severas medidas de austeridad para sostener a su sistema financiero.

El análisis puede resultar simplista, pero los resultados están ahí. El FMI acaba de publicar su última revisión sobre el estado de Islandia y las previsiones dicen que este año su economía crecerá un 2,4%, con un consumo privado tirando al 3% y compensando la caída de la inversión pública fruto de las medidas de austeridad. Y es que, sí, la temida consolidación fiscal ha llegado a todas partes, pero en Islandia lo hizo "a su manera", en palabras del FMI. Proteger el estado del bienestar se puso por encima de todo.

En territorios más templados, el corazón de Europa se prepara para un 2012 mucho más duro que el islandés. La austeridad aplicada en el continente se ha parecido poco a la islandesa y ha frenado en seco el crecimiento. Ahora, el FMI pronostica una caída del 0,5% para el PIB de la zona euro. Alemania y Francia crecerán a unos anémicos 0,3% y 0,2%, mientras que Italia se contraerá un 2,2% y España lo hará a una tasa del 1,7%, según las estimaciones realizadas por el Fondo Monetario Internacional en enero.

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